mayo 14, 2012

Voces de Tango


Por si te quedaba la duda, por si querías saberlo, por si necesitabas hacerlo.

Por si algún día te entra la nostalgia, por si buscas.

Por si de pronto te acuerdas.

Por si de repente algún aroma te lleva a cierto lugar.

Por si sospechas que todavía existe.

Por si sólo juegas a desaparecer.

Por si en algún momento tienes tiempo y lees lo que he escrito.

Por si sí. 

Por si no.

Por si quién sabe.


Sólo quería preguntar, y a ti, ¿qué tal te va sin mí?

mayo 01, 2012

Muchacha feliz


Soleado. Y no sólo soleado, sino que en verdad el sol calentaba.

Aquella mañana me encontraba en el centro de la ciudad. Pensaba en la fealdad de éste y de otros, de todos. Por alguna razón el centro de la ciudad, cualquiera que ésta sea, es feo.
Luego de terminar mis actividades y cansarme de ver el mar, caminé hasta la parada principal del transporte y subí al autobús que me llevaría de regreso a casa.

Viajábamos 12 personas. Nueve de ellas con audífonos y dos traíamos un libro en la mano. Siempre he creído que si los libros fantasearan o pidieran deseos, seguro sería ser leído en el transporte. 
Así pues, comencé la obligada aventura. Aproximadamente 30 minutos después, llegué a mi destino y dejen les platico que aquí el camión no trae timbre ni ningún sofisticado tipo de alarma que avise la parada, sino que uno mismo debe valerse de su propia voz para pedir la bajada y como yo estaba en Marte con Ray Bradbury, mi distracción me costó dos calles de lejanía.

Por fin llegué a la avenida acostumbrada, mi avenida favorita. No crean que tiene casas bonitas o jardines edénicos, no. Todo lo contrario, terrenos baldíos y tierra por doquier. Caminando llegué hasta el lugar donde habita una vieja Pastor Alemán. Si vieran qué bonita amistad existe entre ella y yo, ninguna esperamos nada de la otra y sólo intercambiamos afectos y muestras de cariño. Es cuestión de cruzar nuestras amarillas miradas para aclararnos el día gris, alegrar la mañana triste o enriquecer nuestras empobrecidas vidas. 
Por algún angosto rombo de la reja de metal extendemos nuestras extremidades para saludarnos y por el mismo hueco nos besamos el rostro al despedirnos. Simplemente ella me hace sonreír y el efecto perdura hasta mucho después.  

Unas cuadras adelante de la amorosa visita, me encontré a una anciana con un par de bolsas de mercado. Me apresuré a llegar a ella, y poniéndome el libro bajo un brazo y extendiendo el otro, le pregunté si podía ayudarla. Ella sin embargo sólo me miró y sonrió. 

—No vivo lejos, me gusta caminar. Me ayuda  a mis huesos.
Insistí un poco más, y luego me despedí. Avancé unos pasos y la señora añadió:
—Eres una muchacha muy feliz, dejas raíces.
—grac...


ESPEREN, ¿dijo feliz? ¿Habla de la misma felicidad que tú y yo conocemos? ¿Esa felicidad que se siente tan lejana cada día? Pero, ¿cómo? Se supone que para ser feliz, uno se esfuerza mucho y obtiene resultados casi siempre hasta el final ¿no?


Felicidad, qué lejana y bonita palabra. 

Sí de esa misma felicidad hablaba la señora de cabellos de mercurio. Esa que de pronto descubrí abrazándome.
Felicidad el mar, felicidad el camino, felicidad las flores, la pastor alemán, las aves; felicidad la anciana, felicidad la tierra, mi libro, la calle mi casa. Felicidad.


Y ante mi nuevo descubrimiento, sólo pude contestar con la sonrisa imperfecta, pero muy sincera:
— Sí, hoy sí soy feliz.